A cualquiera le puede pasar
Llevo 24 años felizmente arrejuntá con mi esposo, pero en un capítulo anterior la cosa fue muy distinta.
Hace mil años, todavía viviendo en casa de mi mamá y justo después de pasar 3 o 4 desamores corriditos, conocí a este chico en una noche de jangueo. Desde el primer día se desvivió en atenciones e hizo todo lo posible para integrarse a mi vida familiar.
No les voy a dar el play-by-play pero si les voy a decir que yo, una joven mujer, culta y educada, criada para ser independiente y feminista, con todo mi futuro por delante, ignoré todas y cada una de las banderas rojas -desde las banderillas hasta las tamaño billboard- que el universo me presentó. Me zumbé con tó y tenis.
Fue una persona noble, servicial, con un don de gente como pocos. Hasta que se quedó sin trabajo y tomó decisiones inaceptables para mi. Rompí con él y ahí empezó la pesadilla.
Jamás entendió que ere una ruptura definitiva. Juraba que yo me estaba ‘haciendo la difícil’. Bueno, quienes han pasado por esto, ya sea en carne propia o en la de una amiga o familiar saben el libreto. Nunca acaba bien.
Muchas veces amenazó con violencia. Me acechó. Muchas veces amenazó con llevarse a mi hija si veía otro hombre en mi casa. De la manera que terminó el problema no viene a colación, pero terminó de manera definitiva.
Todo esto para decir que algo se del terror que tiene que haber vivido Alexandra Lúgaro cuando el ex le retuvo a su hija y la amenzó. Puedo sentir el alivio que experimentó cuando su acechador durmió la primera noche tras las rejas.
Creo -no tengo pruebas pero tampoco dudas- que Wanda le otorgó el perdón a Edwin Domínguez como venganza política. En mi libro no hay muchas cosas peores que una mujer utilice las herramientas del patriarcado para hacerle daño a otra.
En este país donde tantos hemos sido víctimas de violencia o crímenes, donde sobre 30 mujeres han muerto a mano de sus ex parejas, este perdón ejecutivo es una bofetada.
Pero también, en este país hay un sector amplio y variado que odia con pasión a las mujeres que osan ‘salirse de la raya’. Y Alexandra Lúgaro encarna todo lo que odian: joven, bonita, inteligente, articulada, cojonuda, bocona, criada en privilegio económico y atea. Le roza los cojones a todos.
Hay muchas mujeres que en vez de ver reflejada a su hermana, prima o amiga lo que dicen es ‘bueno que le pase por buscona’ y ‘quien la manda a meterse en la política’ o ‘si no aguanta calor que se salga de la cocina’.
Si le meten el ‘a llorar pa’ maternidad’ perderé la tabla por completo. Se pueden ir todas al mismísimo carajo.
No hermana, no. Si tu no tienes los ovarios para liberarte o tristemente careces de los medios para poder hacerlo, no proyectes tu self-hatred en otra. Busquemos soluciones JUNTAS.
Entiendo cada lágrima de Alexandra. Yo lloré las mias también.
Le han liberado al acechador propio y de su hija sin tan siquiera un aviso. Un puñal por la espalda.
A Wanda Vázquez Garced le digo, si, hay que jugar pa’l equipo pero te has confundido de team. Tu equipo no era el partido, tu equipo era el pueblo. Le acabas me meter un gol al equipo contrario.
A Alexandra Lúgaro le digo, nostras, las que hemos sentido miedo pero ahora nos sostenemos sobre nuestros propios pies, estamos contigo. Le tenemos el ojo puesto al enemigo. Las cuidaremos.