¿Idolatrarlo yo?
En estos días alguien dijo sobre mi, con la boca trinca y la ceja alzá, ‘ay mija, déjala, que ella idolatra al Bad Bunny ese’.
Yo me pasmé.
Porque yo seré buena pensando las cosas sola y con café en mano, pero en vivo soy media lentita. Como a tantos nos pasa, los buenos ‘comebacks’ no se nos ocurren hasta horas después. En retrospectiva soy un as. Por eso escribo.
¿Idolatrar yo? Mire mi hermana, ni a mi propia madre. Ella es la mejor, pero es humana y tiene el mismo derecho que todos a meter la pata hasta jon. Bastantes veces que lo ha ejercido. Y yo también.
La verdad es que a mi el rap, el trap y el reguetón ni me encantan más allá de una buena clase de zumba y un perreíto sucio en la cocina de vez en cuando. Más de tres canciones corridas y el sonsonete balbuceado me aburre. Pero eso se resulve fácil y rapidito cambiando de playlist en Spotify. Sin drama ni odio.
Creo que todos nos haríamos un gran favor aprendiendo a distinguir entre idolatrar a alguien y admirar una persona ya sea por alguna cualidad o por su trabajo.
Por ejemplo, puedo admirar la mente incisiva y prosa fluída de Aníbal Acevedo Vilá aún sabiendo que como gobernador fue un fiasco. Igual con Jay Fonseca; no puedo con su postureo, risotadas y grandiosidad compensatoria, pero si puedo apreciar que ocasionalmente tira una perla entre toda la mierda que habla aún estando yo totalmente en contra de su conservadurismo cristianizado.
Desde ayer estoy viendo posts y memes haciendo cantos a Dagmar. Parece que la chica no es tan ‘flowers and sunshine’ como se proyecta en televisión. ¿Pero saben qué? That’s ok. Si ella ha escogido una vida donde su personaldida pública no matchea con la privada, ‘it’s her loss’.
Eso le pasa a sus seguidores por idolatrarla también. Pero después que no se dedique a destruirle la vida a otras personas como hace la muñeca, con cambiar de canal basta. Si quiere ser bicha, ya los ratings se encargarán.
Habiendo dicho eso, y no refiriéndome necesariamente a Dagmar, creo que el público también tiene que atemperar sus expectativas. Hay que recordar que uno mismo no siempre está en su mejor día.
Si tú te encuetras con una figura pública por la calle y no te responde como tú quisieras, ten presente que quizás está encabroná con el hijo rebelde, preocupado por su mamá, esperando resultados de una biopsia, dándole vueltas a si somete la demanda de divorcio o está apesta’o de la vida porque no ha cagado en cuatro días. Cosas nos pasan a todos.
Los djo con mis 2¢: A Benito lo admiro por lo que ha logrado. Me parece que es un muchacho auténtico y fajón que ha sabido explotar un talento marginal para la música utilizando su verdaderos dones: la presencia escénica y su proyección como persona. Lo admiro también por usar su plataforma para abogar por causas a las que suscribo. Eso no es poca cosa.
El día que Benito meta la pata olímpicamente llegará. Es inevitable porque el tipo es h•u•m•a•n•o. Entonces esos que si lo idolatran decidirán si continúan siguiendolo o no.
Pero déjenme decirle una cosa, esa desilusión, esas caídas de ídolos con pies de barro, es parte integral de crecer. Son hasta necesarias para madurar y formarse un criterio propio.
Eso de ser seguidor a ciegas es pa’ cuando uno es teenager y solo tiene vida para saber de Elvis, los Beatles, Menudo, el Conejo o la banda coreana de turno según la época que a uno le toque.
Si uno no supera esa etapa, quedando así medio que ‘emotionally stunted’, uno acaba creyéndose todo lo que dice el pastor o votando íntegro por un partido.
¡Y eso no era! Crezcamos.