Cuatro gatos… bueno, cinco
En una de las conversaciones con Mami que se repiten en ‘loop’ ad infinitum cada vez que va a mi casa ella me pregunta que por qué a mi no me gustan los perros. Yo le contesto que si, que me gustan y ella me riposta con que si me gustaran de verdad, tendría uno y no los ‘gatos esos’.
Entonces trata de arreglarlo diciendo que no es que a ella no le gusten los gatos, es que le dan miedito porque nunca los tuvo de chiquita y los perros son mejores porque blablablá y etc.
Sírvanse el café porque les tengo un cuento y hoy vamos pa’ largo.
Los gatos de mi casa todos llegaron solos.
Bueno, a los tres originales (Saffron, Grey y Barney) una gata los parió en una esquinita del patio. A la gata la mataron unos perros realengos y así fue como acabamos dándole bibí a una camada de cinco gatitos que no tenían ni tres semanas de nacidos.
Yo juraba que se morían pero no, todos sobrevivieron aunque nosotros estábamos amanecidos y rasguñados.
Esos gatos me cambiaron la vida.
Llegaron justo en el momento en que mi hija ya estaba granduándose de High School para irse pa’l Norte a estudiar, yo estaba en una crisis laboral dando bandasos entre departamentos y asignada a proyectos que odiaba con pasión y juraba que estaba en una depresión profunda que resultó ser que lo que tenía era la tiroide jodía.
Ver los gatos retozando y haciendo barbaridades por toda la casa me devolvió la alegría. Creo que ni prendimos el televisor en seis meses de tan entretenidos que eran.
Como un año después llegó Rosie y se quedó a vivir en el patio. Ahora se cumplen tres años que llegó Leia y aunque ya le teníamos quien la adoptara, no nos logramos separar de ella.
Aunque he gastado en el cuidado de los gatos durante doce años más de lo que vale uno de mis ovarios marchitos, no me arrepiento. Al menos no he tenido que bregar con ratones en todo ese tiempo.
Además, gato que janguee más de dos semanas por mi casa se trata de atrapar para ser vacunado y esterilizado aunque se quede viviendo en la calle. Es lo que toda persona responsable debería hacer.
En estos días los rangers del National Park Service han decidido que la colonia de gatos que vive por el paseo del Morro y que son cuidados por Save A Gato bajo su programa de TNR (captura, esterilización y reintegración) son un estorbo y que hay que tomar ‘medidas’ para resolver la ‘situación’ comenzando por el ‘traslado’ de todos los animales.
Si les suena a algo así como el ‘ultimate solution’ de Adolfo, es porque si, ese parece ser el plan.
Los del NPS alegan que los turistas se quejan del olor por el paseo y que las estaciones de alimento atraen ratas. Yo no sé, pero pa’ mi que desde antes de que llegaran los gatos, todas las garitas y recovecos del VSJ ya apestaban a orín humano, dudo que remover los gatos solucione las puercadas de la gente.
Es importantísimo aclarar que Save a Gato no es un albergue. Ellos se limitan a alimentar y monitorear la salud de la colonia mediante las donaciones recibidas.
El acuerdo entre SAG y el NPS era que la población de la colonia se estabilizaría y eventalmente reduciría. Eso no ha pasado. Y no ha pasado por una sola razón: la gente va allí a ‘tirar’ los gatos que no quieren por sus casas. En un solo día le pueden llegar hasta 18 gatitos nuevos. Así como lo lee, ¡dieciocho!
No hay albergue que pueda con eso.
Ayer fue la primera reunión entre NPS y la comunidad para explorar posibles soluciones. Porque hasta el momento no hay sitio a donde ‘trasladar’ la colonia que no sea a las cámaras de eutanasia de Control de Animales. Hoy hay otra a las 6:30pm que quizás sea más productiva que el salpafuera de ayer.
Los dejo con mis 2¢: Admito que a mi esos gatos no me molestan, pero sé que hay gente que los detestan. Esto segura que los animal lovers darán la batalla.
No sé como se resolverá el asunto, pero si esos gatos se van, los residentes del VSJ tendrán que triplicar sus esfuerzos de control de plagas.
Ahora, hasta que no cobremos conciencia como pueblo de que los animales son tan parte de la Creación como nosotros y que no merecen maltrato ni abandono, continuaremos con los pocos albergues que tenemos excediendo su capacidad por muuuuucho.
Nada, que si a usted le sobra un pesito, dóneselo a cualquier rescatista independiente o albergue para que estas criaturitas no tengan que cruzar el arco iris antes de su tiempo.