Llorando en el carro
A la hermana que ayer estaba estacionada en el parking de un Walgreens en Cupey, comiéndose una barra de chocolate mientras lloraba desconsoladamente, quiero que sepas que te ví y me reconocí.
Todas hemos estado ahí. No estás sola. No eres la única.
Esas lloradas en el carro, cuando una puede gritar a todo pulmón sin disimulo son más liberadoras que cuando hay que llorar calladita en el baño para que nadie nos escuche ni sospeche los dolores que nos afligen. Son como un exorcismo. Te resetean el chakra de la garganta, te desanudan la voz y te despiertan la valentía para vivir tu verdad.
Por un momento consideré tocarte en la ventana y preguntarte si querías hablar. Pero las veces que yo he llorado y gritado en el carro lo he hecho porque necesitaba hacerlo sola.
Podría decir muchas cosas, pero la verdad es que no me atreví a ir donde tí.
Creo que la primera vez que lloré sola en el carro fue de adolescente cuando alguien me dejó con el corazón roto en una situación que para aquel entonces pensaba era terriblemente vergonzosa. Ahora me rio de tanta lágrima innecesaria, pero en aquel momento… uff. Hasta me enfermé físicamente.
Después de que me mudé con el padre de mi hija y finalmente me di cuenta de la magnitud del error catastrófico que había cometido, fueron muchas las veces que fui hasta Ponce y volví a Rio Piedras con la música a todo volumen y a lágrima viva mientras procesaba todo lo vivido y trataba de aclarar mi mente para decidir cómo iba a salir de la encerrona en la que me había metido. .
Te cuento que también durante mi último trimestre de universidad -extenuada académicamente y abrumada por el acecho del ex- lloraba diez minutos todos los días antes de bajarme del carro para coger fuerzas pa’ meterle con tó una vez más. También lo hice por semanas cuando mi hija dejó de estudiar y total, al final todo salió mejor de lo que yo me podía imaginar.
Nada, te cuento todo esto porque el mundo da muchas vueltas y quizás leas esto. No sé cual será tu situación particular así que no tengo 2¢ que te pueda ofrecer, pero solo quiero que sepas que todas (todos/todes) hemos pasado o estamos pasando momentos difíciles y hemos también llorado en el carro.
No te voy a decir que ‘todo saldrá bien’ porque hay cosas que no tienen remedio y solo nos resta procesar la pérdida. Pero si te digo que todo dolor sana si le damos la oportunidad y el tiempo para hacerlo.
Los tragos amargos se pasan un dia, una hora, un minuto o una respiración a la vez. Es cuestión de tenernos paciencia y bañarnos en gracia.
No me atreví a ofrecerte un abrazo pero quiero que sepas que te sostengo, a tí y todas las que hoy solo pueden llorar en el carro, en mi pensamiento y corazón.
Ojalá y en este viernes bendito todos nos podamos aunar en amor y compasión.
Namasté.